Con la intencionada dirección que
alineas tu cuerpo con el balón induces gradualmente al rival a marcarte en la
manera que predispones y al mismo tiempo anticipas mentalmente el escape. No
eres un mediapunta, mucho menos un enganche. Disfrutas, extasiado internamente
y a la vez con pasmosa naturalidad, de administrar la base como quien bebe por
las mañanas el fresco extracto de naranjas tomadas del árbol de la huerta. La
agilidad de tus dos piernas acompasa el cuero y eluden la marca. Visualizas el
último pase y las superficies de tu botín casi siempre trazan la trayectoria
adecuada. Llevas dentro de ti el fuego de la victoria y a tus veintidós años ya
cuentas con el liderazgo para dirigir el ataque posicional de Inglaterra.
Pero hoy, a pesar de la victoria
y tu partidazo, te vas con un sabor agridulce. Durante ochenta y nueve minutos
miraste a los costados y no encontraste calidad en los pies de tus compañeros que
se compare a la tuya. Aun así, lo intentaste sin hallar complemento; y la
sinergia que en tu mente habías proyectado no se plasmó en el Emirates. Noventaiún minutos tuvieron que esperar sesenta mil londinense en Holloway para presenciar
de ese segundo mágico que les hace recordar porqué son hinchas del Arsenal,
porqué son tus hinchas.
Happy birthday, Jack.
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